Un día de magia en el Pilcomayo, en la Cueva del Surubí

El río Pilcomayo nace en tierras altas de Bolivia, entre los departamentos de Potosí y Oruro, atraviesa el Chaco boliviano por la ciudad de Villa Montes y su curso sigue por territorios argentinos y paraguayos. La intención en este artículo, no es la descripción geográfica ni hidrológica de este río, es mostrar que tiene una magia propia y diferente.

Magia que a continuación vamos a intentar describir, advirtiendo al lector que cada uno podría tener una vivencia distinta y encontrar en esos lugares un yo interior atípico al que se está acostumbrado, todo esto como fruto de una visita a tan solo una pequeña parte de lo que este imponente río.

Gente sencilla, nacida en el lugar, amable y educada, esa es la que te acompaña en esta aventura, son los que saben, conocen, cuidan el lugar y lo preservan, como son Don Tomás, su esposa Rosa (mi tocaya) y su familia, personas dedicadas que saben manejar y aprovechar los beneficios del río admirando su naturaleza mágica y el ambiente que nace de esta. Todo esto heredado de sus ancestros muy dedicados a la pesca y a la preparación de deliciosos platos en base al sábalo, surubí y pacú principalmente, lo que quiere decir que experiencia es lo que más tienen.

Este pedacito del río Pilcomayo lo llamaron “La Cueva del Surubí”, que forma parte de lo que se llama el "Angosto del Pilcomayo", uno de los tramos más hermosos y riesgosos de la carretera entre Tarija y Villa Montes. El surubí es un pez grande, con delicioso sabor y con pocas espinas (lo que permite preparar diferentes platos) que disfruta estar en profundidades considerables de agua dulce, condiciones propicias de este sector del río y por ese motivo Don Tomás bautizó así este pedacito de paraiso.

Al lugar se baja caminando desde la carretera por una senda con fuerte pendiente (se recomienda calzar unas buenas botas) y cada vez que vas descendiendo más te vas sumergiendo en el paisaje y vas perdiendo los sonidos de la carretera. Empiezas a mirar para todos lados por que los paisajes van llamando la vista de un lado a otro para poder ser disfrutados impactando en la mente de las personas.

Una vez terminado el descenso y estando en la orilla del río hay dos opciones para cruzarlo ya bien en lancha o  en una tirolesa instalada para la temporada de pesca, todo depende de la fuerza de la corriente del agua para ver que medio utlizar.

En la playa del río la suave arena invita a sacarse los zapatos, disfrutar del paisaje, sacar fotos y ver las aves que sobrevuelan el lugar, ahí puedes disfrutar de las águilas que revolotean por los cielos, otras se asientan en los árboles, loritos que vuelan en parejas, puedes escuchar los sonidos del cerro, el viento junto el calor representativo del lugar y si tienes suerte ver llegar un imponente cóndor acompañado de su pareja.

 

 

Ver cocerse lentamente al fuego unos pescados (sábalo) a la mordaza para despues comerlos acompañados de mote, llajua y yuca o papa son delicias aparte que no siempre se pueden disfrutar, por lo cual nos sentimos muy agradecidos con la madre naturaleza por la oportunidad que nos brindó de poder hacerlo en ese lugar tan lindo.

Finalmente, un paseo en lancha a remos (sin motor) impulsados por la fuerza y pericia de Don Tomas, te lleva a encontrar una paz en el río que es difícil de imaginar si no estas ahí. Un silencio asombroso que te aleja de cualquier realidad y te hace solo querer disfrutar de las formas de las piedras, los colores, los árboles, las aves y todo el perfecto entorno que solo la naturaleza puede crear.

Es un paseo que toda persona a la que le gusta la naturaleza debe aprovechar, respetando la limpieza y las costumbres de lugar. La magia la encuentra cada uno, no veo las horas de repetir el paseo, mi amiga Lourdes Rivero hija de Don Tomas me dice que: "cada vez que uno lo hace las sensaciones son diferentes".

 

Contactos: Lourdes Rivero. +591 71896752

Cabaña DON TOMAS