Reporte: Artistas bolivianos que participaron de la Guerra del Chaco
Un recuento de los artistas y una excelente publicación del 2014 es recuperada por este medio de comunicación para seguir contribuyendo en el conocimiento del Chaco, de sus historia y de sus valores, que están entrecruzadas con las historia nacional de la guerra del Chaco, un lamentable episodio que siempre necesita estar en nuestra memoria, aparecer este reporte corresponde a Diego M, Lascano .
Artistas bolivianos que participaron de la Guerra del Chaco:
*Arturo Borda Gozalvez (La Paz 1883, La Paz 1953).
*Cecilio Guzmán de Rojas (Potosí 1899, La Paz 1950).
*Raúl G. Prada (Cochabamba 1899, Cochabamba 1997).
*Gil Coimbra Ojopi (Beni 1904, Río de Janeiro 1976).
* Arturo Reque Meruvia (Cochabamba 1906, Madrid 1967).
* Roland Kühnle (Origen desconocido).
* Jorge Torres Donoso (La Paz 1910, La Paz 1958).
*Emiliano Luján (Cochabamba 1910, La Paz 1975).
*Néstor Paz Galarza (Tarija 1910, Sucre 1984).
* Miguel Alandia Pantoja (Potosí 1914, Lima 1975).
Pintores del Horror ( Diario El Laís)
Diego M. Lascano
innumerables instantes de crueldad humana, destructora de seres y paisajes, fueron transformados en objetos de belleza por el talento plástico de los soldados-artistas, tanto en la Guerra del Paraguay como en la Guerra del Chaco. Papel y carbonilla viajaban junto al fusil y la bayoneta, mientras la percepción de sus sentidos se exacerbaba más y más por el toque de clarines, el redoble de tambores y el color de uniformes y pabellones.
Un siglo antes de que el trastorno por estrés postraumático (TEPT) y la reacción de estrés en combate (REC) fuesen definidos y estudiados, los soldados-artistas ya intuían que plasmar las improntas de la batalla les proporcionaba un cierto alivio. En sus trazos elaboraban el duelo por los camaradas caídos y se alejaban momentáneamente de la tragedia.
TRINCHERAS SUDAMERICANAS
A lo largo de la primera mitad del siglo XIX, América Latina se desangró en campañas emancipadoras y luchas fratricidas. Fue el precio que las nuevas naciones independientes pagaron para consolidar sus diversas identidades. Luego sobrevino un período de aparente tranquilidad y progreso material.
Pero la paz no duraría demasiado. En la cuenca del Plata estallarían dos conflictos bélicos de inusitadas proporciones, que diezmarían su población: la Guerra de la Triple Alianza o del Paraguay (1864-1870) y la Guerra del Chaco (1932-1935). De sus trincheras, pantanos, montes y desiertos, egresaría una notable camada de artistas. Sin embargo, sólo un puñado de talentosos lograría sobrevivir.
Eran pintores de combate, no de caballete. En el Río de la Plata, hasta la década de 1860, la pintura de temas históricos no había tenido un desarrollo equivalente al europeo. Sólo se habían practicado con profusión géneros menores, como la pintura de batallas y de costumbres militares. La única excepción comenzaba a generarse en la obra de Juan Manuel Blanes. De todas maneras, siempre se trató de autores que recreaban el momento de la historia, elegido o por encargo, a partir de relatos o vivencias ajenas. Estos pintores de caballete difícilmente podrían haber evocado la experiencia real del combate, tal como sí lo harían en sus bocetos los soldados en las trincheras.
El "infierno verde" en el que se desarrolló esta "Guerra de la Sed", al decir de un personaje de Roa Bastos, fue el enemigo más temido por los combatientes. Era plano y desolado, cubierto por yerbales altos en campo abierto y por densos montes de vegetación baja, con matorrales inaccesibles y árboles achaparrados plagados de espinas. En ese escenario, los proyectiles llegaban de la nada, sin poder identificar la posición del atacante. Los adversarios recién entraban en contacto visual en el combate cuerpo a cuerpo.
Si bien en aquella década del siglo XX la fotografía e incluso la cinematografía eran herramientas básicas para el registro documental de los conflictos bélicos, el Centro de Propaganda y Defensa Nacional boliviano concibió un plan diferente para retratar la contienda. Sus autoridades enviaron al frente de batalla a artistas plásticos de distintos puntos del país, muchos de los cuales ya revistaban en las filas del ejército, para que contribuyeran a elevar el fervor patriótico de la nación toda con sus obras. Al parecer, se les solicitó no dibujar secuencias de lucha o cadáveres sino estampas de los soldados y de la vida cotidiana en los campamentos y los fuertes.
REGISTRO DE PENURIAS. Esta operación de propaganda provocó un efecto contrario al esperado, apenas comenzaron a llegar las ilustraciones desde el frente. Las penurias de aquellos soldados bolivianos que habían bajado de los cuatro mil metros del altiplano para combatir contra un enemigo invisible en el llano impenetrable habían quedado demasiado bien plasmadas.
Entre los soldados-artistas del lado boliviano se destacaron los potosinos Cecilio Guzmán de Rojas y Miguel Alandia Pantoja, los cochabambinos Emiliano Luján, Raúl Prada y Arturo Reque Meruvia, los paceños Arturo Borda Gonzálvez y Jorge Torres Donoso, el beniano Gil Coímbra Ojopi, el tarijeño Néstor Paz Galarza y el posiblemente alemán Roland Kühnle. Todos ellos corrieron suertes diversas.
Miguel Alandia Pantoja, enlistado como recluta, cayó prisionero en Paraguay y, a su retorno, dio testimonio plástico de sus experiencias.
Por su lado, enrolado como soldado raso en la primera línea de batalla, Gil Coímbra Ojopi fue retirado del combate por sus dotes para el retrato y el paisaje. Ante su lienzo posaron líderes militares de ambos ejércitos, como el general boliviano Enrique Peñaranda y su par paraguayo Félix Estigarribia.
A Cecilio Guzmán de Rojas le tocó el frente de Cañada Strongest. Tanto en ese sitio de intensas operaciones, como en Villa Montes, en los esteros y en los fortines, documentó los horrores de la guerra. Evacuado del Chaco por contraer paludismo, retornó con alrededor de trescientas obras entre apuntes, dibujos, acuarelas y óleos, que no quiso mostrar hasta que finalizara la guerra. Precisamente, con la firma del Protocolo de Paz en Buenos Aires, Guzmán de Rojas expuso parte de su obra. En la edición del 10 de julio de 1935, el diario porteño Crítica publicó: "Con rasgo firme trazó el pintor del Altiplano Cecilio Guzmán de Rojas, junto a la metralla en el frente de la guerra, el perfil del horror […]. Trátase de 27 cuadros sobre temas de la guerra del Chaco, en cuyo frente de batalla permaneció el autor durante siete meses. La exposición será así una muestra impresionante del espantoso sacrificio de la guerra que acaba de terminar. La obra de Guzmán de Rojas es así un alegato en favor de la paz ".
En el caso de Raúl Prada, fue el periódico El Imparcial quien se quejó ante las autoridades por la demora del ejército en movilizarlo con sus camaradas artistas. Cuando sus retratos de soldados fueron exhibidos causaron un gran estupor en el público.
Arturo Reque Meruvia estaba en España pero, a principios de 1933, decidió regresar a su país para incorporarse al ejército boliviano como corresponsal gráfico. Visitó los fortines Saavedra, Arce, Nawana, Agua Rica, Gondra, Alihuatá y Campo Jordán, posiciones de encarnizados combates. A partir de los bocetos tomados en la línea de fuego, al retornar a Cochabamba, produjo óleos, acuarelas y aguafuertes que expuso en La Paz por encargo presidencial. En 1934, regresó a Europa y sus obras fueron exhibidas en diversas galerías de arte de Londres, París, Roma y Madrid. Durante su estadía en la capital española, estalló la Guerra Civil y fue convocado por diversas publicaciones para cubrir la contienda, en la que produjo una serie de 120 ilustraciones con el seudónimo de "Kemer".
Por lo contrario, en el bando paraguayo no se promovió el envío "oficial" de artistas al frente. Se conoce poco material con la excepción del producido por Roberto Holden Jara, que armó un diario gráfico con sus obras. Sus dibujos y bocetos en carbonilla y lápiz, algunos coloreados, fueron realizados en papel de diario, en papel de envolver, en hojas del parte diario con el membrete del Ejército Nacional y en trozos de cartón arrancados de las cajas de cartuchos.
Nacida de la sangre y el sacrificio, la obra de cada soldado-artista encierra una historia personal en un contexto de destrucción y horror colectivo. Para los afortunados que salieron vivos del campo de batalla, sus trazos, grises o coloridos, densos o etéreos, sirven de homenaje a los que cayeron y de denuncia de la barbarie.
Colección Museo Histórico de Buenos Aires Cornelio de Saavedra
Colección Museo Nacional de Bellas Artes / Buenos Aires
Publicado en Arte y Cultura Boliviana