Productores
Singani, un factor de desarrollo
El empresario Carlos Molina, propietario del singani “Los Parrales”, es un convencido de la necesidad de un estudio que muestre con cifras el grado de afección que produce al sector vitivinícola, el contrabando y la producción clandestina de otras bebidas alcohólicas, que son una fuerte traba para el desarrollo integral del sector.
El empresario Carlos Molina, propietario del singani “Los Parrales” aseguró que exite un gran futuro para la región gracias a a éste rubro, pese a la ausencia de una política de Estado para ese sector productivo desde hace décadas.
Puso como ejemplo a su empresa que, gracias al trabajo incansable, cuenta con una larga tradición y renombre. “Hemos ganado prestigio por la calidad y excelencia de un producto identificado fuertemente con Tarija, donde se produce nuestro singani desde hace varias décadas”, sostuvo al agregar que su bodega tuvo que pasar por numerosas vicisitudes, como la caída en el rendimiento de vid en los Cintis, lo que obligó a su padre a trasladarse a Tarija en 1972. “A partir del siguiente año nos constituimos en los referentes del rubro singanero, con una bodega que introdujo modernidad e incrementó la producción, “antes el destilado era artesanal”, declaró.
KUHLMANN
La Bodega Kuhlmann, que produce el singani “Los Parrales”, nació en los valles de Cinti hace 80 años, junto a otras empresas familiares como San Pedro y San Remo, que ya no existen.
Su nombre se debe a su fundador don Franz Kuhlmann de origen alemán que llegó a Bolivia en el año 1917. En 1930 en una pequeña viña llamada “Moyococha” en la zona de Camargo, empezó a forjar un sueño. En forma artesanal comenzó a elaborar vino oporto, ratafia y un primer singani que tuvo gran acogida en La Paz, Oruro, Potosí y centros mineros. El singani fue comercializado con una atractiva etiqueta francesa de coñac, en cuyo diseño aparecían tres estrellas como indicador de marca.
Actualmente, la empresa cuenta con una nueva imagen, una moderna infraestructura y un equipo de profesionales especializados en cada área. Sus viñedos se encuentran en la localidad de Colón, provincia Avilés, a una altura superior a los 1950 metros sobre el nivel del mar y empieza a tecnificar los procesos de vendimia y destilación.
LA FORTALEZA DE LA DENOMINACIÓN
Algunos datos recogidos por historiadores certifican que en la época de la Colonia elaboraban el singani de manera artesanal, y su mercado natural era las minas de la plata de Potosí.
La historia y tradición en este rubro es muy importante, porque incluye factores geográficos y culturales de las zonas productoras que marcan la diferencia. La palabra Singani viene desde épocas remotas y tiene su origen en la localidad de Singabi (Norte de Chuquisaca), donde se empezó a destilar la uva.
En Bolivia existen zonas tradicionales de producción de singani, como son el valle central de Tarija; los Cintis, (Chuquisaca); Cotagaita, (Potosí), y Luribay, (La Paz). Sólo esas zonas pueden utilizar el nombre ‘singani’ eso está definido claramente en una ley, en las tradiciones productivas y progresivamente avanzaremos a nivel internacional con la denominación de origen que sera un paso siguiente.
La denominación de origen es un tipo de indicación geográfica aplicada a un producto agrícola, como el singani, cuya calidad o características se deben fundamental y exclusivamente al medio geográfico y las prácticas y métodos con en el que se produce, transforma y elabora.
En otras palabras, es una calificación que se emplea para proteger legalmente ciertos alimentos o bebidas que se producen en una zona determinada, contra productores de otros sitios que quisieran aprovechar el buen nombre que han creado los originales, en un largo tiempo de elaboración o cultivo.
Los productores que se acogen a la denominación de origen se comprometen a cuidar la calidad lo más alta posible y a mantener también ciertos usos tradicionales en la producción, como por ejemplo, en el caso del singani, se exige utilizar la uva moscatel.
La ventaja fundamental de la denominación de origen es que garantiza al consumidor un nivel de calidad constante y unas características específicas. A cambio, los productores obtienen una protección legal contra la producción o elaboración de tales productos en otras zonas, aunque se utilicen los mismos ingredientes y procedimientos.
Molina señaló que un destilado de uvas que se realice en otra parte, por ejemplo Santa Cruz, no puede llamarse singani, lo mismo que en Bolivia no se puede llamar pisco, grapa, tequila, entre otros, a las elaboraciones nacionales. “Eso le dá un valor intangible muy grande al singani, que debemos reconocer y proteger”.
POLÍTICAS PÚBLICAS
El empresario singanero recordó que son los gobiernos los que históricamente protegen y promocionan su bebida nacional, tales como el pisco en Perú y Chile, y el tequila en México. “Sin ir muy lejos, cuando Obama llegó a Chile, el presidente Piñera le obsequió una botella de pisco como símbolo nacional. Al contrario, parecería que a nosotros nos gustan las cosas importadas, cuando en realidad tenemos una bebida muy fina de la que deberíamos estar orgullosos todos los bolivianos”, apuntó.
Molina resaltó que México produce más de 250 millones de litros de tequila por año, mientras que el singani apenas llega a 4 millones.
En términos generales, manifestó, la producción de singanis aumentó en su momento debido a la gran demanda nacional; sin embargo, ese crecimiento hoy se estancó como consecuencia de la fuerte competencia desleal del contrabando de productos sustitutivos al singani como el ron, vodka y el whisky, y del incremento de licores bolivianos clandestinos y falsificados.
Con gran preocupación, reveló que en la última década los productos sustitutivos e ilegales se incrementaron en el mercado nacional en el orden del 40%, mientras que el singani creció apenas 5%.
“La situación es más crítica aún si al mercado negro del contrabando le agregamos los licores y mezcladores clandestinos, que se producen sin ningún control, convirtiéndose en una fuerte competencia insalubre y desleal, y en una gran barrera para el crecimiento productivo del rubro singanero y de Tarija”.
El mercado nacional es muy importante, lo debemos proteger de esos flagelos – contrabando y clandestinos- porque si el mercado nacional de singani y de vino no crece, no se podrá absorber la cantidad de uva que se produce en Tarija, y ese será un problema productivo muy serio, ahí necesitamos políticas para cuidar y agrandar el mercado lo que ayudará a desarrollar toda la cadena.
En cuestión de apertura de nichos de mercado internacionales, el empresario sostuvo que se hace todos los esfuerzos para exportar, aunque es difícil porque es una bebida poco conocida fuera del país.
Con relación a seguir invirtiendo en la producción, con voz muy segura manifestó estar convencido que “no invertir sería no trabajar” y que todo aquel que apuesta por su pueblo está ante ese gran desafío, pese a las dificultades existentes que son muchas.
El empresario visualizó proyecciones en los mercados de Argentina para el singani, además de reposicionarlo a nivel nacional aprovechando todas las bondades que presenta dicho producto manifestando que pronto esperan conocer un estudio socioeconómico para saber dónde están posicionados y cuál es la realidad de la producción de vinos y singanis.
ENEMIGOS DEL SINGANI
En torno al contrabando, se declaró convencido de la urgencia de un estudio sobre cuánto contrabando ingresa al país, en cuestión de bebidas y uva, y al mismo tiempo establecer la dimensión de producción clandestina de alcoholes y cuál es la industria legalmente establecida, cuántos son los que aportan a la región y al país, pero también aquellos que producen clandestinamente.
En criterio de Molina, a partir de esos estudios se puede definir los lineamientos a seguir, siendo el mayor interés que Tarija se constituya en un valle netamente vitivinícola “…si se parara el contrabando y los productos sustitutivos se podría producir más, lo propio en el cultivo de viña eso implicaría un progreso enorme en la generación fuentes de empleo sostenibles” señaló.
Otro aspecto ponderado por el empresario es que el sector vitivinícola es el mayor creador de fuentes de trabajo, a pesar de no contar con el apoyo gubernamental. Recordó que la cadena viene desde la tierra hasta llegar al exigente paladar.
Reiteró que la producción de vinos y singanis permitió movilizar la economía de la región, el aumento de hectáreas de vid.
El bajo riego es otro factor importante que permitió el ingreso de muchas familias al rubro y cada vez es mayor el interés de la gente de invertir y trabajar en la viticultura pese a los riesgos de los fenómenos climatológicos.
Empero, el industrial agregó que últimamente se les aplicó un nuevo impuesto, quitándole competitividad al sector.