Projeto Tamar Conservación de la biodiversidad, esencial para un desarrollo verdaderamente sostenible del turismo
América Latina y el Caribe (LAC) conforman una región rica y compleja, albergando alrededor del 60% de la vida terrestre, una variada flora y fauna marina y de agua dulce (UNEP-WCMC, 2016). Abarca regiones mega diversas como la Amazonía e incluye también los mayores humedales del mundo, como el Pantanal en Brasil o los esteros del Iberá en Argentina. Entre los biomas de LAC se cuentan desiertos, bosques tropicales, praderas, ecosistemas costeros y de altitud. La existencia de extensas superficies en estado natural o seminatural hacen de la región una reserva de ambientes prístinos de gran valor. Es la región más protegida del mundo en cobertura terrestre (excluyendo la región polar), con más de 8,8 millones de km2 en áreas protegidas terrestres y marinas, más que la superficie total de Brasil, el quinto país en superficie en el mundo. Asimismo, en la región se han identificado unas 2.300 Áreas Clave para la Biodiversidad (KBA, por sus siglas en inglés) cubriendo 3,2 millones de km2.
Los ecosistemas saludables y ricos en biodiversidad, además de proveer agua, alimentos, refugio y energía, entre otros bienes, resultan un capital natural único de un gran atractivo para el turismo y con un enorme potencial tanto para la conservación como para el desarrollo.
Turismo de naturaleza
El turismo de naturaleza es una práctica que ha crecido sostenida y globalmente en las últimas décadas. Factores como una población crecientemente urbanizada, consumidores bien informados y con mayor consciencia ambiental, la valorización de la economía de la experiencia y la democratización de prácticas al aire libre que hoy son llevadas a cabo transversalmente por distintas generaciones, explican gran parte de la demanda de naturaleza por parte de los viajeros.
LAC recibió más de 200 millones de viajeros internacionales en 2019. En 2022, México lideró la región en llegadas. Por su parte, el Caribe es una de las regiones en las que el turismo tiene mayor impacto (cuatro países caribeños se encuentran en el top 10 de arribos internacionales). La mayoría de los países de la región ya han recuperado totalmente sus índices históricos de viajeros y gasto por turismo, anteriores a la pandemia por Covid-19. Además de los beneficios económicos (ingreso de divisas, redistribución del ingreso y generación de empleo), el turismo importa por sus contribuciones potenciales a las culturas y a la naturaleza de los destinos.
Esta actividad productiva puede transformarse en una herramienta para la conservación de ambientes y especies, mediante la educación ambiental del turista, el fomento de las áreas naturales protegidas y el desarrollo de las comunidades anfitrionas vinculadas a la protección de ambientes y especies. Un turismo verdaderamente respetuoso de la diversidad biológica implica un proceso continuo que requiere de una cuidada planificación y del monitoreo constante de sus incidencias. De este modo, el turismo puede consolidarse como parte esencial de la economía de nuestros países, enmarcándose en agendas más amplias de desarrollo sostenible.
Existen diversas iniciativas desde el sector turístico, como Nature Positive for Travel & Tourism, fomentada desde el Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC) o Nature First, que indica las mejores prácticas y principios a ser respetados por fotógrafos de naturaleza; así como distintos programas gubernamentales y propuestas de la sociedad civil para un turismo más responsable con el ambiente. El comportamiento y compromiso de los prestadores turísticos y sus clientes son fundamentales para minimizar la huella turística sobre la biodiversidad.
El BID ha apoyado programas de turismo sostenible en toda la región, incluyendo actividades y proyectos tan diversos como la dotación de infraestructura o planes de manejo para ordenar la visita turística en sitios naturales; priorizando la planificación y salvaguardas ambientales en los proyectos; trabajando con gobiernos y el sector privado en el apoyo a pequeños y medianos emprendedores turísticos vinculados a destinos naturales y, más recientemente, mediante estudios y cooperaciones técnicas que abordan una digitalización con propósito, es decir, la incorporación de tecnología para prácticas amigables con el entorno.
Recientemente el BID ejecutó el Proyecto de Recualificación Urbano Ambiental de la orla de Salvador (Brasil) en el marco del Programa Nacional de Desarrollo Turístico. Entre las actividades, tuvieron gran impacto aquellas enfocadas en la conservación de especies nativas de la restinga de playa: vegetación endémica que es hábitat para especies y provee protección costera. Este ecosistema de transición litoraleño se encontraba degradado y fragmentado por el avance de la urbanización, especies invasoras y un alto nivel de antropización en general. Mediante mapeos, control de erosión, protección del sustrato arenoso en la playa y siembra de nativas, se restablecieron corredores ecológicos funcionales entre los macizos existentes. En paralelo, se apoyó al Proyecto Tamar, dedicado a la conservación de las tortugas marinas, lo que constituyó un virtuoso modelo de gobernanza entre ONG, gobierno, el Banco, comerciantes, hoteleros, posaderos y organizaciones ciudadanas. Se promueve el turismo sustentable entendiendo, tanto de parte de la comunidad anfitriona como de los visitantes, que el mayor valor para todos proviene de un ambiente bien conservado. Artesanos y otros emprendimientos turísticos, como los hoteles, acompañan el nacimiento y ubicación en el mar de las tortugas, pudiendo los turistas actuar como colaboradores en un proceso que se da de noviembre a marzo. Componentes de obras turísticas sustentables y de gestión ambiental integral, son parte también de este proyecto modelo de conservación con participación del sector turístico y los visitantes.
Hay una oportunidad en el desarrollo del turismo de naturaleza. También hay un deber: conservar la biodiversidad, su uso sostenible y una participación justa en los beneficios derivados de tal uso, como señala el Convenio sobre la Diversidad Biológica firmado en 1992 y ratificado por 196 países miembros de la ONU, y que originó que anualmente se celebre el 22 de mayo el Día Internacional de la Diversidad Biológica.
FUENTE: BID