La mano de obra boliviana es apetecida en los campos frutícolas de Chile
Por Andrew Beltrán
El sueño chileno en los campos de cosecha es el sacrificio que muchos compatriotas buscan al momento de abandonar a sus familias en Bolivia y emprender esa travesía plagada de alegría, tristeza y esfuerzo.
Cada año, cientos de bolivianos migran generalmente hasta el lado sur de Chile, lugar donde se concentra la mayor cantidad de Fundos (campos de cosecha) para enlistarse en uno de ellos y así iniciar con el sueño y los proyectos que fueron a buscar.
A pesar del frío invernal que algunas veces llega a los 5 grados bajo cero, el abrazador calor de verano y el cansancio que recorre su cuerpo, el cosechero boliviano se halla firme en su lugar de trabajo dentro de los fundos desde tempranas horas de la mañana.
Con dos baldes blancos y su tijera, el boliviano inicia con su jornada laboral. La rapidez y la destreza tienen que ser cualidades que no deben faltar a la hora de cortar la fruta y llenar su tarro, ya que mientras más baldes llena, más dinero recibe.
El pago que percibe por cada tarro cosechado varía dependiendo de la fruta y la temporada. En invierno se trabaja en campos frutales de cítrico, pues sacan mandarina, naranja y limón. Mientras que en verano se abocan a recoger cereza y uva, siendo esta época la más deseada, ya que genera más recursos económicos.
Dependiendo de la destreza los cosechadores pueden ganar entre 20.000 y 50.000 pesos chilenos, dinero que luego envían para ayudar a sus familias en Bolivia.
“El trabajo es duro, pero se gana bien”, comentó Sebastián H., un hombre de 58 años. Sebastián es cruceño y lleva un par de años cosechando en Chile para ganar unos pesos y así mandar a su familia que vive en Santa Cruz.
En los campos se encuentran compatriotas de todas las regiones del país. Todos ellos conviven en los campamentos durante la cosecha. Los campamentos se convierten en pequeñas vecindades donde la amistad, el chisme y los amores abundan. Los varones viven en piezas separadas de las mujeres. Si son parejas o familias viven juntos y entre todos se brindan apoyo y se cuidan.
Por sus hijos y por saldar deudas
Entre los cientos de bolivianos que trabajan en las cosechas sobresalen diferentes historias de vida. Tal es el caso de Yolanda, que en los campos es más conocida como “doña Yoli”, una mujer de más de 50 años que, a pesar de su edad y su estatura (de 1,50), se da modos para cosechar la fruta en los árboles más altos y así poder llenar su recipiente.
Para muchos jóvenes que trabajan en los campos, ver a doña Yoli es un ejemplo de superación y de esfuerzo. Ella carga en sus espaldas la motivación de seguir trabajando por sus hijos y darles una mejor calidad de vida.
Cuenta que tiene una deuda que pagar y también ese es otro de los motivos que la empujó a emigrar a tierras extranjeras buscando una oportunidad para salir adelante.
Prefieren bolivianos
Casi todos los cosechadores son bolivianos. Los mismos contratistas chilenos prefieren en sus campos de cosecha a bolivianos por esa “garra”, que le ponen a la hora de trabajar.
K. R., de 40 años, es una boliviana que con mucho esfuerzo logró cimentar una empresa contratista para cosechar en los fundos. Contó que los bolivianos son los preferidos para realizar dichas tareas, por encima de la mano de obra venezolana, colombiana y haitiana quienes no son buenos en los terrenos de cosecha.
“Los bolivianos son más trabajadores, voluntariosos a diferencia de los otros extranjeros”, expresó.
La contratista es conocida en la comunidad boliviana por ser una persona solidaria que ayuda a los compatriotas que llegan a Chile en busca de progreso. Ella recuerda que una vez llegó una mujer acompañada de su hijo que sufría un retraso mental y en todos los lugares a donde iba a trabajar la echaban. “La retiraban de los trabajos porque su hijo a veces sufría ataques y hacía caer la fruta o no podía cosechar”, relató.
Al ver aquella realidad la contratista, no dudó en brindarle su ayuda y le ofreció trabajo.
La cosecha como todo rubro tiene sus altas y bajas; existen temporadas donde las ganancias son buenas y otras donde solo te alcanza para sobrevivir.
Pero como la empresaria dice: “Trabajas bien y ganas bien”.
Por otra parte, debido a la crisis en la que se encuentra Argentina, muchos bolivianos que se fueron a trabajar en la costura u otros rubros en ese país, decidieron cambiar de planes y trasladarse hasta Chile. “Está insoportable la situación en Argentina, ya no alcanza para comer y mucho menos para ahorrar y mandar a la familia. Muchos amigos me hablaron de que en Chile hay trabajo dentro de los campos y de esa manera vine a este país”, contó Gastón S., un cochabambino que se desempeñaba como costurero de pantalones en Argentina y ahora trabaja cosechando limones.
Entre la ilegalidad y la legalidad
Existen bolivianos que cuentan con sus papeles legales para residir en dicho país y poder trabajar. Pero también está la otra cara de la moneda, los ilegales quienes ingresan a Chile por vías clandestinas en busca de un mejor futuro. Estos últimos tienen la oportunidad de gozar de un estatus legal, viajando hasta la frontera con Bolivia para hacer sellar su pasaporte, pero algunos, por su dejadez, no lo hacen y quedan en el anonimato.
Al no tener todos los papeles en regla, son víctimas de abusos por parte de algunos empleadores quienes se aprovechan de esa situación para no pagarles el sueldo completo.
“Buenos para la pega”
Dante Quenpil, un ciudadano chileno que lleva cerca de cinco años trabajando en los campos de cosecha describió como “terriblemente buenos para la pega”, a los bolivianos. Al relacionarse por tanto años con bolivianos en los campamentos, los califica como personas trabajadoras. “El boliviano es más tranquilo, callado cuando trabaja. Para algunos su vida es trabajar para juntar dinero. Mientras que el chileno es más bullicioso, se percibe ese detalle en los campos”, dijo.
Para viajar por tierra desde Bolivia hasta los campos cosecheros de Chile se demora, al menos, tres días. El ciudadano, sea de cualquier departamento, tiene que viajar en bus desde la ciudad de Oruro hasta Pisiga. Posteriormente, cruzan la frontera y se embarcan en un bus que cuesta alrededor de 30.000 pesos chilenos (Bs. 210) hasta llegar a Iquique.
Una vez en dicha ciudad, tienen que tomar un bus y hacer un recorrido de un día para llegar a la comuna de La Serena en la región de Coquimbo y de ahí tomar un transporte hasta el sector de Ovalle, lugar donde podrá encontrar trabajo en alguno de los cientos de fundos que existe.
Según un informe de 2021 del Departamento de Extranjería y Migración en Chile, la población extranjera que reside legalmente en dicho país es de 1.462.103.
La mayoría de los extranjeros residentes en Chile provienen de Venezuela en 30%, Perú en 16,3%, Haití 12, 5 % y de Bolivia un 8,5%.