La bodybuilder en la pasarela a los 71 años: cómo Marissa Teijo se convirtió en la sensación de Miss Texas USA
La culturista y maestra texana de padres mexicanos participó en el certamen de belleza el pasado junio, convirtiéndose en la concursante de mayor edad en la historia de la competición
Después de criar a sus hijos y enseñar a cientos de niños como maestra bilingüe de primaria, Marissa Teijo (Sebastián, Texas, 1952) capturó los titulares de la prensa local en semanas recientes: “Mujer de 71 años hace historia al participar en el concurso de Miss Texas USA”. La gente también se sorprendió cuando entrada en sus cuarenta empezó a ganar los concursos de fisiculturismo, una diosa flaca y portentosa de piel marrón, coronada como una de las mejores del bodybuilding estadounidense. La misma diosa flaca y portentosa que se hizo mayor y ahora inspira a las jovencitas que posan en bikini junto con ella, recordándoles que la belleza no viene con fecha de caducidad.
“Todo tiene una recompensa si trabajas duro”, dice Teijo a EL PAÍS. Y de trabajo duro sí que sabe. Teijo no ganó el certamen de Miss Texas USA, la corona se la llevó Aarieanna Ware, una chica afrodescendiente. Pero dejó su marca en un concurso que solo recientemente empezó a permitir que mujeres de todas edades participen. Hasta el año pasado, 28 era la edad límite para aspirar a cualquier corona del mundo de Miss Universo. Sin esa restricción, y con 43 años por encima de aquella restricción edadista, el pasado junio Teijo batió el récord de la concursante de mayor edad en la historia de los concursos.
La niña latina que se sentía fea
En la llanura del Panhandle, Texas, una región de las más ventosas en Estados Unidos, alejada del glamur de los edificios y luces de noche y de los shopping mall, Teijo era una niña que trabajaba en los veranos en la granja con la familia, azadón en mano arando la tierra. Su padre sabía que en unos años no tendría para pagarle a ella y a sus hermanos una carrera, y los llevaba con él para que ahorraran la mayor parte para la universidad. En ese Panhandle remoto de niñas blancas, era la única estudiante que hablaba español en casa, la única de piel caramelo. “Éramos diferentes, las demás tenían pelo rubio y los ojos azules, en mis salones era la hispana. Siempre pensé que no era bonita, que me veía fea”, recuerda.
Sus padres son de Moctezuma, una localidad de San Luis Potosí, en el occidente de México. “No tuvieron la oportunidad de educarse formalmente, pero eran increíblemente inteligentes”, dice. El dinero que ganaba no todo era para el futuro, una parte era para comprar útiles escolares y la ropa para el regreso a clases, y desde ahí ya escogía lo más “fashion, trendy, beauty”.
Años después dejó esa llanura en el norte texano y volvió al sur, donde nació, en la Texas pegada a la frontera con México. Se casó, tuvo dos hijos, se convirtió en maestra y se separó. En los últimos años del tercer piso, se cruzó en el pasillo con las pantorrillas de Rachel McLish.
“¿Sabes quién es Rachel McLish?”, hace una pausa y pregunta. Negativo. Entonces explica que fue la primera Miss Olympia, en la época en que Arnold Schwarzenegger se hizo famoso por ser el míster Olympia. “Me acuerdo verla caminar y ver sus musculitos de los chamorros, y me fascinó. De ahí en adelante dije: Yo quiero tener los músculos como ella, no los tenía grandes, era una muchacha delgada y alta, muy bien formada”, se detiene en los detalles como una niña que recuerda el mejor cumpleaños.
McLish justo vivía en Harlingen, la misma ciudad de Texas donde vivía Teijo. Ella fue la que la enseñó y la animó a levantar pesas seriamente. Primero con la motivación de lucir bien el bikini en las playas de la Isla del Padre, cerca de su casa. Después, con la idea de entrar a concursos, aconsejada por un fisiculturista, quien la entrenó sin cobrarle. Así aprendió a posar con los brazos como Popeye, enseñando un cuerpo de revista. Una “wild power”, dice Teijo entre risas, “me gustó porque empecé a ganar”. Quería hacer eso y hacerlo bien.