La Argentina que imagina Milei
El ultra Javier Milei asumirá el 10 de diciembre el poder en una Argentina que necesita un tratamiento de shock para reanimar la economía. Ha advertido que sus recetas no serán ni tibias ni graduales: se viene un duro ajuste fiscal que incluye la paralización de la obra pública, la privatización de las empresas estatales y todo lo que sea necesario para lograr el equilibrio fiscal en 2024. En la Argentina que imagina el presidente electo para 2027, cuando termine su mandato, no hay inflación —hoy es del 142%— y los ciudadanos ha abandonado la moneda nacional, el peso, para lanzarse a los brazos del poderoso dólar. Si se cumple su programa, la educación y la sanidad pública habrán sido reformadas y la legislación no contemplará el aborto legal ni las políticas de género.
Los últimos mandatarios argentinos han fracasado en la lucha contra la inflación y economistas de todo el mundo advierten de la inviabilidad de dolarizar un país que tiene reservas negativas en el Banco Central. Sin embargo, este economista de 53 años se muestra convencido de que es posible. Incluso le pone plazo a la recuperación del país: “La transición dura más o menos dos años”.
“Se recortará lo que tengan que recortar”, advirtió Milei días atrás en una entrevista. Sus declaraciones pusieron a los trabajadores estatales en alerta: el nuevo presidente acababa de anunciar por televisión que no estaba garantizada la media paga extra de diciembre, establecida por ley desde hace casi 80 años. Un día más tarde rectificó su discurso: “A la gente no se la toca; el ajuste recaerá sobre los gastos que hace la política”. No calmó los ánimos: el miedo se había extendido como la pólvora por todo el país.
Ha pasado una semana desde el triunfo de la ultraderecha en las urnas frente al peronista Sergio Massa, pero la incertidumbre se mantiene intacta. Su programa incluye “la paralización total de la obra pública estatal” y la amenaza comienza a sentirse en un sector que emplea a unas 400.000 personas. Algunos proyectos se han frenado por temor a que dejen de ingresar los fondos estatales necesarios para sacarlos adelante, como ocurre con el plan de viviendas de la provincia de Catamarca, en el norte del país. Según la cartera de Obras Públicas, hay 2.329 obras en ejecución y 676 proyectos están en proceso de evaluación y aprobación.
Milei quiere aplicar en Argentina el modelo chileno de concesiones a empresas privadas. El responsable de llevarlas a cabo, al frente del Ministerio de Infraestructura, será Guillermo Ferraro, un empresario y exmilitante peronista. Ferraro planea designar como secretario de Energía a Eduardo Rodríguez Chirillo, un experto en privatizaciones, otra de las puntas de lanza de Milei. La venta de empresas estatales arrancará con la petrolera YPF, la energética Enarsa y el conglomerado de medios públicos. “Todo lo que pueda estar en las manos del sector privado, va a estar en las manos del sector privado”, resume el presidente electo.
Su propuesta devuelve a la memoria de los argentinos “la cirugía sin anestesia” aplicada por el Gobierno del peronista neoliberal Carlos Menem, que no dejó empresa pública sin vender. YPF pasó a manos de Repsol en 1999, pero Cristina Kirchner la volvió a nacionalizar en 2012. El anuncio de una nueva privatización disparó las acciones de la petrolera argentina casi un 40% en un día tras los resultados electorales. Detrás está el gran negocio del yacimiento de Vaca Muerta, que tiene las segundas mayores reservas del mundo de gas no convencional, y el litio localizado en el noroeste del país, clave para la revolución del transporte mundial.
Los argentinos conocen grosso modo el plan económico de Milei, pero dudan sobre cómo lo sacará adelante. Muchos de quienes lo votaron están convencidos de que no podrá hacer todo lo que había prometido. Para lograrlo necesita unas mayorías parlamentarias de las que carece. El partido de Milei, La Libertad Avanza (LLA), tiene solo el 15% de los legisladores de la Cámara de Diputados y el 10% en el Senado. La alianza con Propuesta Republicana (PRO), el partido conservador encabezado por el expresidente Mauricio Macri, eleva el conjunto a 79 diputados de un total de 256 y a 16 senadores de 72. En ambos casos, por debajo de los números necesarios para poner en marcha una sesión y por debajo también de un peronismo que, si permanece unido tendrá 104 diputados y 32 senadores.
La falta de respaldo parlamentario ha dejado fuera del plan inicial reformas estructurales como la del mercado de trabajo —que Milei quiere flexibilizar— y la de la educación y la salud púlicas. Todas ellas forman parte de una agenda dispuesta a dar la estocada final a un Estado del bienestar golpeado, pero que se mantiene en pie.
A largo plazo, la batalla es cultural. Esa cruzada, encabezada por su vicepresidenta, Victoria Villarruel, busca un giro conservador radical en un país de vanguardia en derechos sociales en América Latina. El nuevo Gobierno quiere derogar la legalización del aborto, la educación sexual integral en las escuelas y cualquier política vinculada a la igualdad de género. “La brecha de género no existe”, asegura Milei, quien tampoco cree que el cambio climático se deba a la actividad humana. Las estadísticas que dicen lo contrario parecen no importarle. “Argentina tiene futuro y ese futuro es liberal”, repite una y otra vez. Si se cumple su plan, asegura, Argentina en 35 años será Estados Unidos.