Enriqueta: “Yo amo a Bolivia y no sólo de palabra”

CANTANTE. La tarijeña recuerda su prolífica carrera y brinda detalles de los proyectos que tiene en marcha, presentará uno de ellos en los próximos días | CORTESÍA

Tras retirarse de los escenarios en 2017, Enriqueta Ulloa volvió a sus raíces. Sigue haciendo música, aunque restringida a grabar y componer. Pero, especialmente, da los últimos retoques a uno de sus mayores proyectos. Uno que le permite repasar su exitosa carrera iniciada hace cerca de 42 años. Al revisar detalles y características del emprendimiento recuerda que su vena artística sólo pudo tener un antecedente genético.

“Mi abuelo, Demóstenes Ulloa, era cruceño, de Valle Grande, y había sido exiliado a la Argentina alrededor de los años 30 -relata-. Entonces volvió a Bolivia de manera clandestina vía Bermejo y el paso obligado era Padcaya. Pero se quedó allí, se había enamorado de mi abuela Enriqueta, y tuvieron cinco hijos. Él es el único referente de quien sé que era trovador, que le gustaba tocar la guitarra y cantaba. Lo conocí muy viejecito”.

Enriqueta está segura de que “el artista no se hace, sino nace”. Al talento se le suman las condiciones para que brille. Y las condiciones, la escuela del talento, fueron las célebres voces y guitarras que solían animar las fiestas de Padcaya. Allí pasó toda su infancia, junto a Delfor Ulloa y Nilsa Mealla, sus padres. A ellos, por quienes profesa un amor incombustible, hace dos años, en este su retiro, acompañó hasta su última morada. Ya eran nonagenarios y partieron con siete meses de diferencia.

“Tengo la felicidad de haber nacido en Padcaya y haber sido la niña más querida del pueblo, y así me considero hasta ahora -recuerda-. La plaza de mi pueblo era como el patio de mi casa. Ahí aprendí mucho de aquellas guitarras y voces que cantaban en las fiestas, obviamente sin parlantes ni equipos de sonido, no había. Luego, en el colegio, en las horas cívicas, me gustaba hacer teatro y cantar. Luego, venía un señor que traía proyecciones de cine al pueblo. Cuando se iba, yo, ante los niños, volvía a representar la película. Un sueño que décadas después se cristalizó”.

Se fue a cursar la secundaria a Tarija y allí era también la voz de las horas cívicas. A sus 18 años sus padres la enviaron a estudiar a Sucre a lo que entonces era “La Escuela Nacional de Profesores”. Nuevamente su forma de cantar destacó y entonces vino su primera actuación ante un público mayor. “Era una hora cívica, había como 3.000 personas y yo me puse a temblar de pies a cabeza -rememora-. Pero nunca pensé que llegaría el momento en que iría a dejar la docencia para dedicarme exclusivamente al canto”.

Durante 15 años, Enriqueta Ulloa ejerció la docencia e incluso hizo su posgrado en Brasil, pero no dejó a un lado la música. Debutó profesionalmente como cantante a los 23 años. En 1977 fue elegida por primera vez “Ñusta de la canción” del célebre festival Lauro. Ganó cuatro veces consecutivas aquel certamen, cuna de grandes estrellas bolivianas. Su fama se multiplicó y llegó el momento en el que debió dejar la docencia debido a la falta de tiempo.

En ese limbo a Enriqueta ya le llegaron invitaciones desde el exterior del país. Una de las más celebradas la realizó en Santiago. Corría el año 82, un programa estelar de Televisión Nacional de Chile invitaba a lo más selecto de cada país. Para el programa dedicado a Bolivia los elegidos fueron el charanguista Ernesto Cavour, el conjunto Los Payas, un destacado ballet, el célebre compositor Gilberto Rojas y Enriqueta Ulloa. La actuación se realizaba ante un auditorio colmado por cientos de personas.

“Ya cursaba mi posgrado en Brasil y tuve que ir de Río de Janeiro a Santiago. Es algo que no olvidaré jamás -asegura y con el tono de voz conmovido-. Fue un reto muy grande, tenía que cantar en vivo con orquesta. Mi amigo don Gilberto, el mayor compositor de nuestra historia, el maestro Cavour, Los Payas que eran una autoridad en los escenarios. Fue un gran éxito”.

Ulloa y su canto recorrieron incontables veces Bolivia, pero también decenas de ciudades de EEUU, España, Argentina y otros países, especialmente en actuaciones para las comunidades de residentes bolivianos. Junto a la histórica Gladis Moreno han sido las únicas en grabar discos en Brasil con la orquesta del reconocido director Daniel Salinas. Y en aquellas décadas empezó a brillar casi en paralelo a una de sus contemporáneas: la orureña Zulma Yugar. Pronto surgió el mito de que se había desatado una ácida rivalidad entre ambas divas. Enriqueta entonces concibió una sonada forma de desmentir aquel creciente rumor.

“Con Zulma somos de orígenes, estilos, trayectorias y personalidades totalmente diferentes, entonces más que rivalidad hay una complementación -explica-. Le propuse que realicemos una gira nacional para la que se grabó el tema ‘Tonada para Remedios’, en video y disco. Yo me estaba yendo a vivir a EEUU porque mi esposo había sido designado agregado militar allá y con esa gira quería desvirtuar los comentarios que hacían sobre las dos. Resultó fantástica, llenamos coliseos colmados hasta con 8.000 personas. Cada una cantaba su repertorio y cuando juntábamos las voces la gente llegaba a emocionarse hasta las lágrimas”.

“La Tonada para Remedios” del tupiceño Willy Alfaro, dirigida por Orlando Rojas, resultó el complemento histórico de las “rivales”. El éxito de aquella iniciativa pasó las fronteras. Zulma y Enriqueta realizaron dos giras en ciudades de Estados Unidos. Curiosamente, en los escenarios, si bien los dúos conmovían hasta el llanto, quienes se dividieron fueron los públicos, tomaban partido por una u otra de las divas. “Tuvimos algunos roces y divergencias -confiesa-. Ambas somos de carácter fuerte, pero le tengo una admiración y un cariño muy grande a Zulma. Valoro no sólo a la artista, sino también a la mujer”.

En 1984, la niña más querida de Padcaya vio cristalizar uno de sus sueños. Enriqueta protagonizó el filme “Amargo Mar” dirigido por Antonio Eguino, uno de los íconos del cine boliviano. La película sobre la Guerra del Pacífico que se basó en una tesis distinta a las que habían explicado hasta entonces aquella confrontación. Enriqueta interpretó el papel de rabona, es decir, de una de las mujeres que en ese tiempo acompañaban a los ejércitos como personal de apoyo logístico y de enfermería. El filme desató un sonado debate entre historiadores y políticos.

A propósito, Ulloa también ingresó en la arena política. En los 80, sus diversas actividades la llevaron a vivir a La Paz y en 1993 aceptó postular a la Vicepresidencia de la República por el partido Organización Nacional de Independientes (ONI), liderado por Oscar Bonifaz. Luego, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) la invitó a sus filas. Se desempeñó como Directora Nacional de Cultura, concejal municipal e incluso fungió como alcaldesa interina de La Paz durante unos días. Decidió alejarse de la política en 2005.

Desde otra orilla su labor en pro de los derechos de autor y de el gremio de los artistas se convirtió en una de las causas que defendió más vehementemente. Enriqueta es parte del pequeño puñado de artistas que forjaron la Sociedad Boliviana de Artistas y Compositores y la Asociación Boliviana de Intérpretes y Ejecutantes de Música. Libró intensas batallas en busca del reconocimiento de derechos y seguros para el sector, incluso en los debates de la Asamblea Constituyente de 2007.

“En Bolivia hay que luchar contra el estigma que se tiene del artista, dicen que los hombres son unos borrachos y que las mujeres somos unas locas. Siempre fuimos muy discriminados. En los países del primer mundo un artista es un ser privilegiado. Al artista se lo protege, se lo cuida, se lo apoya, en Bolivia no. Por eso valoro tanto el trabajo de mis colegas en cualquier área de la cultura. Ningún Gobierno ha sabido apoyarnos y con el del MAS muchos artistas sufrimos mucho, menos mal que ya se fue”.

Ahora llegó un tiempo en el que busca vivir más tranquila, pero, fiel a su carácter, eso no significa inactividad ni mucho menos. Desde abril de 2019, apostó buena parte de sus recursos a un proyecto que suma música, paisaje e historia en el apacible entorno de la capital tarijeña. Para mediados de este enero prevé inaugurar “La Casa de Enriqueta”. Constituye un museo donde se exhibirá gran parte de los logros y ecos de sus 40 años de carrera así como del folklore tarijeño. Será un museo turístico dotado además de siete habitaciones para huéspedes.

Seguramente, dentro de poco tiempo al repertorio del lugar se sumará el disco número 33 de Enriqueta, que también prevé grabar pronto. En esta nueva producción presentará una composición dedicada a su progenitor cuya ausencia, asegura, nunca podrá superar. “Quiero seguir aportando a mi país -explica-. Amo profundamente a Bolivia y no sólo de palabra, sino con actitudes”.

Fuente: Los Tiempos