Bolivia gasta más de $us 1.500 millones en importar combustibles en medio de la escasez de diésel

Entre enero y junio de 2025, Bolivia destinó 1.582 millones de dólares a la importación de hidrocarburos —principalmente diésel y gasolinas—, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Aunque la cifra representa una leve reducción de alrededor del 4% respecto al mismo periodo de 2024, continúa siendo uno de los rubros más pesados de la balanza comercial y una presión constante sobre las ya limitadas reservas internacionales.
En junio de este año, las compras externas de combustibles y lubricantes sumaron más de 220 millones de dólares, con un descenso respecto a mayo debido a una menor adquisición de diésel. Sin embargo, la reducción no obedece a una menor demanda interna, sino a problemas en la provisión, ocasionados por la falta de divisas para los pagos al contado exigidos por proveedores internacionales.
Esta situación incluso fue admitida por el propio presidente, Luis Arce Catacora, y el titular de la estatal petrolera YPFB, Armin Dorgathen. Ambos indicaron en reiteradas ocasiones que no podían garantizar el suministro de combustible ante la escasez de divisas y una sobredemanda.
La dependencia boliviana de la importación de combustibles líquidos es estructural: la producción nacional no cubre el consumo interno y el subsidio estatal —que mantiene congelados los precios en surtidores— implica que YPFB asuma la diferencia entre el precio internacional y el interno, en un contexto de déficit fiscal creciente.
A la presión financiera se suma un problema que golpea directamente a la población y al aparato productivo: la escasez de diésel.
Desde inicios de año, sectores como el agro, el transporte de carga y la minería han reportado demoras y racionamientos, con colas de varias horas en estaciones de servicio. En regiones agrícolas como Santa Cruz y Beni, productores advierten que la falta de diésel para maquinaria y transporte encarece costos y retrasa las campañas de siembra y cosecha.
Una dependencia creciente
Los datos históricos muestran que la factura por importación de diésel y gasolinas ha crecido de forma acelerada en la última década. En 2015, el gasto en la compra de combustibles líquidos al exterior se ubicaba en torno a los 1.000 millones de dólares anuales.
Desde 2021, impulsada por la recuperación económica pospandemia y el encarecimiento internacional de los hidrocarburos, la cifra superó consistentemente los 2.000 millones de dólares al año, con un pico de más de 3.200 millones en 2022.
Este incremento refleja tanto la insuficiencia de la producción local como el costo de mantener un esquema de subsidios sin cambios estructurales. Mientras la demanda interna crece, la producción local no alcanza para abastecerlas, obligando a importar no solo combustibles terminados, sino también crudo y aditivos para su refinación.
En este contexto, el gasto millonario en importaciones de combustibles sigue drenando divisas en un año en que la escasez de dólares también golpea el comercio exterior y las compras de otros bienes esenciales, desde medicamentos hasta insumos industriales.
FUENTE: EL DEBER