Robert Sarah podría ser el pontífice “de piel oscura” que predijo Nostradamus

Desde que la salud del Papa Francisco comenzó a deteriorarse, las especulaciones sobre su sucesión tomaron fuerza. Y con su reciente fallecimiento, la necesidad de elegir a su reemplazo se convierte en una realidad inminente. Entre las numerosas conjeturas, incluso algunas de tinte místico, resurge una profecía atribuida a Nostradamus que menciona la llegada de un Papa “de piel oscura”. En ese marco simbólico, uno de los nombres que cobra protagonismo es el del cardenal Robert Sarah.
El pasaje profético habla de la elección de un sucesor tras la muerte de un pontífice anciano, seguido por un líder “de piel oscura” que, con el respaldo de un “gran rey”, entregará la autoridad a otro “de color rojo”. Una imagen críptica, sí, pero que no ha impedido que algunos relacionen directamente esta descripción con la figura de Sarah.
Desde que la salud del Papa Francisco comenzó a deteriorarse, las especulaciones sobre su sucesión tomaron fuerza. Y con su reciente fallecimiento, la necesidad de elegir a su reemplazo se convierte en una realidad inminente. Entre las numerosas conjeturas, incluso algunas de tinte místico, resurge una profecía atribuida a Nostradamus que menciona la llegada de un Papa “de piel oscura”. En ese marco simbólico, uno de los nombres que cobra protagonismo es el del cardenal Robert Sarah.
El pasaje profético habla de la elección de un sucesor tras la muerte de un pontífice anciano, seguido por un líder “de piel oscura” que, con el respaldo de un “gran rey”, entregará la autoridad a otro “de color rojo”. Una imagen críptica, sí, pero que no ha impedido que algunos relacionen directamente esta descripción con la figura de Sarah.
Nacido el 15 de junio de 1945 en Ourous, un remoto pueblo en Guinea, Robert Sarah tiene 79 años, justo al borde de la edad que le permite votar en el próximo cónclave. Es Prefecto Emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, y uno de los líderes más influyentes del ala conservadora dentro del Vaticano. Su perfil combina una profunda formación intelectual con una trayectoria marcada por la defensa férrea de la tradición católica.
Convertido al catolicismo durante su infancia gracias a la labor de misioneros franceses, Sarah se formó en seminarios de África, Francia e Italia. Estudió teología y Sagrada Escritura en el Pontificio Instituto Bíblico y en la Universidad Gregoriana de Roma. Fue ordenado sacerdote en 1969 para la diócesis de Conakry y, apenas diez años después, Juan Pablo II lo nombró arzobispo de esa misma ciudad, siendo entonces el obispo más joven del mundo.
Durante más de dos décadas lideró la Iglesia guineana bajo un régimen autoritario, resistiendo desde la fe y promoviendo una espiritualidad basada en la sobriedad y el sacrificio. En 2001 fue llamado a Roma como secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y, posteriormente, presidió el Pontificio Consejo Cor Unum, encargado de las obras caritativas de la Iglesia. En 2010 fue creado cardenal, y en 2014 el Papa Francisco lo designó como prefecto del Culto Divino, cargo que ocupó hasta 2021.
Defensor de la ortodoxia católica
Sarah ha ganado notoriedad por su defensa inflexible de la ortodoxia católica. Sus intervenciones en el Sínodo sobre la Familia en 2015 fueron recordadas por su tono apocalíptico, denunciando el aborto, el islamismo y la inclusión de identidades de género diversas como amenazas contemporáneas. En 2019, escribió junto a Benedicto XVI el libro Desde lo más profundo de nuestros corazones, una obra que defiende el celibato sacerdotal en plena crisis del clero.
Autor de títulos como Dios o nada, La fuerza del silencio y Se hace tarde y anochece, Sarah es una referencia ineludible para los sectores más conservadores del catolicismo, especialmente en Europa y Norteamérica. Su visión se centra en devolver a la Iglesia su “esencia espiritual”, revalorizar la liturgia tradicional y resistir a lo que él denomina “la dictadura del ruido” y el relativismo moderno. Crítico de las reformas impulsadas por Francisco, como la sinodalidad o la apertura pastoral a la comunidad LGBT, Sarah representa un claro contraste con la línea progresista del pontífice argentino.
Más allá de su postura teológica, su figura también simboliza una Iglesia en expansión en el Sur Global. África, donde se proyecta que vivirá una cuarta parte de los católicos del mundo para 2050, se convierte así en un epicentro espiritual. Como primer cardenal guineano y uno de los pocos africanos que ha ocupado cargos de alto nivel en la Curia Romana, la elección de Sarah marcaría un giro tanto ideológico como geográfico en el Vaticano.
Aunque Francisco ha nombrado a la mayoría de los cardenales que votarán en el próximo cónclave, Sarah cuenta con el apoyo sólido de un bloque conservador que lo ve como un baluarte doctrinal en tiempos de cambio. Su cercanía con Benedicto XVI, su defensa de la misa tridentina y su discurso firme frente al avance del secularismo lo convierten en un candidato capaz de reorientar el rumbo de la Iglesia hacia una visión más tradicional y contracultural.
Mientras el Colegio Cardenalicio se prepara para tomar una decisión histórica, Robert Sarah se perfila como una figura que —de ser elegido— representaría una Iglesia que mira al futuro, pero con los ojos puestos en su pasado.