¿Retirada? Los rusos se van de Kiev, pero sus habitantes no creen que sea el fin
Las tropas rusas se están retirando del entorno de Kiev y de la provincia de Chernígov, al norte de Ucrania, pero las comunidades de las afueras de la capital, próximas al frente de batalla, aún no se sienten fuera de peligro ni confían en las negociaciones que se reanudaron ayer de forma telemática.
El Ejército ruso ha abandonado “parcialmente” la ocupación en el área de Kiev y sus efectivos se dirigen hacia la frontera bielorrusa, ya que “el enemigo ha sufrido pérdidas significativas y no logró bloquear y capturar la capital” y se va a centrar en controlar el este y el sur, informó el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Ucrania.
Las autoridades ucranianas celebraron ayer que más localidades del noroeste de Kiev se encuentran bajo control propio, pero todavía quedan efectivos rusos en las estratégicas ciudades de Bucha o Hostomel, por lo que pidieron a sus habitantes que no regresen todavía a la zona, donde creen que los rusos han plantado minas y envenenado el agua.
Escépticos
Sin embargo, entre la población de Kiev reina el escepticismo sobre las verdaderas intenciones rusas, y dudan de que las sirvan para hallar una solución duradera.
“No sé si se están marchando. De momento se están reagrupando. Ya veremos si van al Dombás, a Mariúpol o vuelven a Kiev”, indica Viktor, un kievita de 37 años, que cree que Rusia está usando las negociaciones sólo para ganar tiempo y no para un alto el fuego.
En el pueblo de Sofiivska Borschahivka, una zona residencial ubicada a medio camino entre el centro de la capital y las localidades ocupadas por Rusia en el frente noroeste de Kiev, todavía hablan del misil que cayó hace tres noches sobre un edificio, matando a un vecino.
Las tropas rusas llegaron a estar a unos 10 kilómetros de su urbanización. Ahora están más alejadas, a unos 25 kilómetros, aún a tiro de misiles, por lo que el peligro persiste.
Inseguros
“Ya no creo que estemos seguros en ningún lado, ni que las negociaciones de paz puedan llegar a un alto el fuego pronto”, indica a Efe Vladislav, mientras observa desde la calle como han quedado los tablones de madera que protegen las ventanas de su casa, cuyos vidrios fueron reventados por el impacto del misil.
El proyectil cayó sobre esa tranquila urbanización de clase media poco después de la medianoche, mientras Vladislav veía en la televisión en compañía de su perro el discurso diario que a esa hora ofrece el presidente Volodímir Zelenski.
“No tuvimos tiempo ni de asustarnos ni de reaccionar, sólo de escondernos”, —apunta— ya que las sirenas no sonaron al tratarse de un misil pequeño e indetectable para los sistemas de alarma, pero lo suficientemente potente para llegar a Sofiivska Borschahivka desde posiciones rusas.
“No me voy”
El misil dejó un gran boquete en el suelo frente a la casa de Vladislav, y también causó agujeros en la fachada, destrozó la puerta, dejó sin cristales las ventanas y reventó varios coches estacionados.
“Esa noche fue todo horror. La explosión me sacó de la cama y me golpeé la cara”, recuerda su vecino Vadim Volderiv, un hombre de 55 años orgulloso de su hijo soldado, al mando de un tanque en el frente del este.
Él, como Vladislav, nunca pensó abandonar su casa por otro lugar más seguro. “Yo no me voy a ninguna parte”, clama.
En otro complejo residencial de Sofiivska Borschahivka sus vecinos se han organizado para garantizar la protección, vigilancia y seguridad de toda la urbanización, en la que antes de la guerra vivían más de 3 mil personas, pero ahora sólo 700.
Muchos se fueron porque los rusos llegaron a estar a tan sólo 5 kilómetros, pero unos 200 han regresado en los últimos días, a medida que las tropas ucranianas ganan terreno.
Kievitas se organizan para defenderse de los ataques
Bloques de hormigón, maderas y sacos terreros conforman barricadas que, colocadas cada pocos metros, jalonan la calle que da entrada a una urbanización privada de clase media-alta, con escuela, parque y comercios dentro. Más allá de la barrera automática, se vive un falso oasis de paz, con niños jugando, parejas paseando de la mano, escenas que no se ven en el resto de Kiev.
“Parece tranquilo, pero no estoy segura de que aún estemos seguros. Hace unos días se oía mucho estruendo de las batallas cerca, tuvimos suerte de que ningún proyectil cayera aquí”, cuenta una residente, se llama Nadia, tiene 44 años y tampoco cree que otro lugar en el país pueda ser seguro para ella.
“Al menos aquí está mi casa y quiero creer que esto terminará pronto”, señala medio sollozando porque su marido fue reclutado para ir al frente hace sólo cuatro días
“Nos hemos organizado en siete grupos para tener esto defendido siete días a la semana, 24 horas al día, durante los 37 días de guerra. Cada día buscamos enemigos y nos defendemos de lo que sea”, explica a Efe Volkov Mykhailo, un residente, apostado en un punto de control improvisado que supervisa la documentación de todos los vecinos cada vez que entran y salen.
Fuente: EFE