Los árboles con hojas finas y buenas raíces son más resistentes al cambio climático
Un estudio reciente liderado por el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) y la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) concluye que los árboles con hojas finas y raíces poderosas ganan terreno frente al cambio climático.
Este estudio, publicado en Journal of Ecology, ha analizado 25 años de evolución de 445.000 árboles en la Península Ibérica y constata que la combinación entre cambio climático y abandono rural está cambiando la distribución de ciertas especies que se encuentran en su límite de calor y sequedad y de frío y humedad que pueden soportar.
Algunos árboles se adaptan al cambio climático
En las zonas que se han vuelto más cálidas y secas están perdiendo terreno los árboles de los bosques de ribera y, en cambio, se están expandiendo los árboles mejor adaptados a las sequías como el pino carrasco.
Por lo que respecta a las zonas más frías y húmedas, están ganando abundancia especies como el haya o el roble de hoja grande y disminuyen aquellas que no toleran bien la sombra.
Los investigadores han averiguado que las raíces poderosas y las hojas que tienen un coste de producción más bajo para el árbol son rasgos que hacen que determinadas especies tengan más resiliencia climática.
Según los resultados del estudio, que han tenido en cuenta casi unas setenta especies, se constata que hay más densidad forestal en toda la península debido al abandono agrícola y silvícola de las últimas décadas, que permite que los bosques se recuperen, pero con una nueva distribución de especies a causa del impacto del cambio climático.
En general, los datos apuntan a que las especies que comparten rasgos como raíces poderosas u hojas fáciles de producir son las que más se están expandiendo.
Por ejemplo, en zonas que cada vez son más calurosas y secas gana terreno el pino carrasco (Pinus halepensis) y el alcornoque (Quercus suber), porque tienen tolerancia a temperaturas y sequedad más altas.
En cambio, están disminuyendo las asociadas a bosques de ribera como el aliso común (Alnus glutinosa), que ya estaban cerca de su límite y, con el aumento de temperatura ya no pueden vivir ahí.
Respecto a regiones más frías y húmedas, se están expandiendo algunas especies como el haya (Fagus sylvatica) y el roble de hoja ancha (Quercus petraea) y han disminuido coníferas como el pino marítimo (Pinus pinaster).
Esto ocurre, entre otros motivos, porque ecosistemas más gélidos se están volviendo más cálidos y árboles que antes no podían establecerse porque hacía demasiado frío ahora sí que pueden hacerlo; y otro motivo podría ser que hay mucha menos tala que antes.
Según Josep Padullés, investigador del CREAF y la UAB y autor principal del estudio, "cada especie de árbol, igual que cualquier animal, puede vivir en un gradiente de temperatura y sequedad determinado y, si se sobrepasa este umbral por encima o por debajo, ya no puede crecer allí".
Por ejemplo, ha precisado, "en el sur de Cataluña no se encuentran hayas porque el clima es demasiado seco, y tampoco en las zonas más altas del Pirineo, donde hace demasiado frío".
Cómo gestionar los bosques ante el aumento de temperatura
La cuestión, sin embargo, "es que con el aumento de temperatura estas condiciones pueden cambiar y nuestra investigación aporta nuevos datos de cómo puede afectar a la distribución de los árboles", ha añadido Josep Padullés.
Los resultados del estudio ayudan a entender cómo podrían cambiar los bosques del futuro y, por lo tanto, cómo hay que gestionar mejor el territorio.
Los investigadores avisan que, por ejemplo, las zonas que cada vez son más áridas "podrían perder la biodiversidad de animales y vegetación asociadas a ambientes más húmedos, como los ecosistemas ribereños, o aumentar el riesgo de incendios si las especies que 'reconquistan' estos espacios son más inflamables, como el pino carrasco".
FUENTE: EFEverdes