Las mortales inundaciones de Texas presagian las “nuevas tormentas perfectas” bajo el cambio climático

Un sheriff observa las afectaciones de las lluvias, en el río Guadalupe, Texas, el 5 de julio de 2025.

El Estado de Texas, en Estados Unidos, está marcado por un clima que juega con los límites. Allí se viven tanto sequías como diluvios profundos, huracanes y nevadas. Pero lo que sucedió en la noche del 4 de julio en el condado de Kerr, fue mucho más allá. Las lluvias fueron tan torrenciales que pasaron de registrar dos metros cúbicos por segundo a 4.700, y el río Guadalupe —que precisamente nace en Kerr y desagua en la bahía de San Antonio— pasó de tener el nivel de un metro a casi diez en solo 90 minutos, una categoría que no había alcanzado desde 1987. Fue demasiada lluvia aterrizando en un área muy pequeña y en muy corto tiempo dejó más de 100 muertos.

En un contexto de crisis climática y bajo el Gobierno de Donald Trump, abiertamente negacionista, la pregunta lógica que surge es qué tanto tuvo que ver el calentamiento global en este evento extremo. Y aunque se requiere lo que en la ciencia llaman estudios de atribución para dar una respuesta certera, sí hay señales que apuntan a que el desproporcionado aguacero se dio gracias a un coctel que incluye la topografía de Texas y condiciones del clima temporales alimentadas, precisamente, por el aumento de la temperatura de la Tierra.

El callejón de las inundaciones repentinas

Al Hill Country, la región de Texas donde creció el río, le tienen un apodo que hace las veces de pitonisa: el “callejón de las inundaciones repentinas”. Su topografía, que intercala llanuras costeras con montañas, da dos condiciones para hacer más propensa la acumulación de agua: que los vientos suban y se queden atrapados allí, y que el agua de la lluvia caiga rápidamente por las pendientes.

En el evento del 4 de julio, además, se sumaron otros factores, explicó en una rueda de prensa Shel Winkley, especialista en Clima y Tiempo de Climate Central. A la humedad remanente de la tormenta tropical Barry, que pasó por Texas a finales de junio, se sumó, en la parte baja de la atmósfera, otra humedad que venía del Golfo de México a una temperatura más caliente de lo normal, y ambas chocaron con el aire frío que se traslada desde las llanuras de Texas.

Ese encuentro de distintas masas de aire, agrega a América Futura el doctor Rafael Méndez Tejeda, profesor de la Universidad de Puerto Rico en Carolina, produce evaporación y, por ende, fuertes lluvias. “Es similar a lo que sucede con los lentes o gafas cuando pasas de un lugar frío a uno cálido, se empañan”. Además, aclara que las nubes que impulsan estas tormentas son de carácter vertical: largas hacia lo alto, pero estrechas en su base. Esto se traduce en que toda esa energía acumulada en su elevación, que puede llegar a ser de hasta doce kilómetros, solo se libera como lluvia en un área mínima, de unos cinco kilómetros.

Como último ingrediente, apuntan los científicos, Texas venía de vivir semanas de sequía. Debido a esto, el suelo estaba más duro y fue incapaz de absorber el agua de las lluvias en un periodo tan corto.

¿Y el cambio climático?

La doctora Friederike Otto, cofundadora de World Weather Attribution (WWA), dice sin duda alguna que “aguaceros extremos como estos son exactamente lo que la ciencia espera en un mundo que se calienta rápidamente debido a la quema de combustibles fósiles”. Se estima, por ejemplo, que por cada aumento de 0,56 °C en la temperatura, hay un 4% más de vapor de agua, lo que implica un ciclo con más cargas y aumenta la probabilidad de lluvias extremas. En San Antonio, ciudad situada a un poco más de 100 kilómetros del condado de Kerr, la intensidad de la lluvia ya ha incrementado 6% desde 1970, según datos de la NOAA. En San Angelo, a más de 200 kilómetros y por el noroeste del condado, y también muy afectada por las lluvias torrenciales, el aumento ha sido del 29%

De hecho, un estudio publicado en la revista Nature en 2022, encontró que, si el mundo sigue el rumbo del cambio climático sin tomar acciones, Texas está entre los Estados que experimentarán el mayor aumento de pérdidas medias anuales por inundaciones de aquí a 2050, con un incremento de más del 900%. Además, en un ejercicio que buscó responder con premura esta relación entre el cambio climático y las lluvias de Texas, la organización Climate Meter concluyó que, si se comparan las condiciones meteorológicas de la región que existían entre 1950-1986 con las actuales (1987-2023), las de ahora son hasta un 7% más húmedas. Ahí una primera y enorme pista.

Lo segundo, insiste Winkley, tiene que ver con la humedad cálida que llegó desde el Golfo de México. “Esas temperaturas están entre 0,56 y 1,11 °C por encima de la media para esta época del año”, dice. “Y utilizando la ciencia de atribución, sabemos que temperaturas inusuales y más cálidas como las de hoy son entre 10 y 30 veces más probables debido al calentamiento global”.

Y es que, en este punto, todos los eventos climáticos tienen como telón de fondo un drástico aumento de la temperatura media global, por lo que casi todas las lógicas de la Tierra están cambiando. Es justo el momento perfecto y necesario para recoger más datos. “Lo que más me preocupa a mí”, recalca Méndez, “es que se estén debilitando las oficinas y agencias de Estados Unidos que trabajan en esto, lo que no solo tendrá un impacto en Estados Unidos, sino en toda América Latina”. Otro gran momento para medir su alcance, recuerda, será en septiembre, cuando llegue el pico de la temporada de huracanes.

FUENTE: EL PAIS