¡Hasta el próximo año!: con música, manjares y rezos la población despidió a sus “almitas”

Entre música, comida y rezos, desde el mediodía de hoy, la población despidió a las almas de sus seres queridos, que como dice la tradición de Todos Santos, estuvo de visita por 24 horas. Los cementerios y las calles aledañas se llenaron de altares.

“Ya estamos despachando a las almitas, como es nuestra tradición, se van al medio día de hoy. Hemos tenido mucha afluencia de personas en nuestros dos cementerios (General y La Llamita), estamos alcanzando las 80 mil personas, aproximadamente”, indicó la directora de la Entidad Descentralizada de Cementerios La Paz, Patricia Endara.

Cementerio La Llamita al medio día de este 2 de noviembre. Foto: Leny Chuquimia / Visión 360

Cerca al medio día, el cementerio La Llamita fue el primero en recibir a las familias paceñas. Debido a la restricción en la cantidad de alimentos e insumos, enormes altares se empezaron a armar en todo el exterior del camposanto, que -hace poco- pasó a ser administrado por la Alcaldía de La Paz.  

“Resemeló para mis almitas”, pidió una de las dolientes que instaló su altar en la avenida Periférica. Para ello preparó platos desechables en los que se mezclaba pasankallas, panes, frutas y dulces. A quien se acercaba a rezar le entregaba uno.

Dentro del cementerio, los altares eran más pequeños. Pero no por ello menos surtidos. Allí los resiris, músicos y hasta personas vestidas como monaguillos caminaban entre las tumbas para ofrecer sus “servicios”, a cambio de las ofrendas o de dinero.

“Ya hemos rezado para dos personas. Nos han dado pan y fruta”, comentaron dos hermanitos que hacían de resiris. 

Ambos llegaron con su padre desde el campo. Rezan en las tumbas para llevar insumos a su hogar, en una comunidad lejana. Y es que para esta época, familias enteras salen del área rural para buscar alimentos.

Nuestra tradición dice que los muertos visitan a sus familias durante la festividad de Todos Santos. Llegan a medio día del 1 de noviembre y se van 24 horas después. Vienen para probar nuevamente todo aquello que en vida disfrutaban y llevarse parte de todo eso a su nueva morada.

Uno de los altares en el Cementerio General. Foto: Leny Chuquimia / Visión 360 

Pero no sólo llegan para llevarse, sino que consigo traen las lluvias y abundancia para siembra y cosecha de toda la comunidad. Esto parece reflejarse en todos los ritos, pues los altares se arman abundantes y esa riqueza se distribuye. Esto hace que sea el único día del año en que quien necesita alimento solo necesita un rezo.

“Todo lo que a nuestras almitas les gustaba lo compartimos. Eso dice la tradición, que a quien recece hay que darle lo que prepararemos para nuestra alma. Mi nietito murió niño, por eso hago rezar con niños y les doy cosas dulces”, explica doña Amparo en una de las tumbas de La Llamita.

No faltaron los grupos de pinquilleros, con el tradicional “alma pinquillo”. Sus melodías, aunque agudas y algo misteriosas, llenaban de alegría todo el lugar y mucha gente bailó al ritmo del redoble de las wankaras (especie de tambores).

En el Cementerio General, este año, la música estuvo a cargo de mariachis, grupos folklóricos y mohoseñadas. Desde baladas y rancheras, hasta morenadas y kaluyos, retumbaron entre los bloques y mausoleos.

“Desde la pandemia no dejarían entrar grupos. Este año ya nos dejaron ingresar, pero solo con cinco integrantes”, comentó uno de los músicos.

Tanto el Cementerio General como La Llamita estuvieron abiertos hasta las 17.00 horas. Y aunque se permitió el ingreso de músicos se mantuvo la prohibición del consumo de bebidas alcohólicas.

Pero esto no evitó que la fiesta se traslade a las afueras de ambos camposantos. 

FUENTE: VISION 360