En Bolivia las mujeres ganan un 13% menos en cargos de jefatura
La diferencia en los ingresos a favor de los hombres es una constante, según observa el Cedla.
La violencia económica puede interpretarse como el despojo material de recursos, ingresos y bienes; y supone el no ejercicio del derecho a acceder o disponer de los mismos. La violencia económica también se manifiesta en la esfera del trabajo, en donde las condiciones laborales son más precarias y los salarios más bajos, explican desde el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla).
Así, por desempeñar tareas en la gerencia o administración, en promedio, un varón percibe mensualmente Bs 18.174, mientras que, las mujeres ganan un 13% menos (Bs 14.337) por la misma tarea a desarrollar.
Según la institución, las mujeres son las más vulnerables, en relación a los varones, con este tipo de violencia, pues desde el lado de la demanda, los empleadores despliegan una serie de prejuicios con relación al trabajo femenino que obstaculiza
n su acceso a los empleos asalariados de calidad, mientras las segregan a los puestos de menor jerarquía en la estructura ocupacional.
De acuerdo con el Cedla, el salario es uno de los mejores termómetros para medir la violencia económica hacia las mujeres.
Así el salario nominal del sector privado, según grupo ocupacional y sexo, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2021, con datos recabados en marzo de 2022, muestra disparidades entre mujeres y varones.
La brecha se amplía cuando se comparan los salarios para labores generales, en este punto una mujer gana, en promedio, Bs 3.221, mientras que un varón percibe Bs 4.131; es decir, un 22% más. Cuando se trata de obreros especializados un varón cobra Bs 3.788 y una mujer Bs 2.907, un 24% menos.
Para el Cedla, la violencia económica se da tanto en la esfera de lo público como de lo privado.
Las mujeres asalariadas trabajan en un reducido grupo de ocupaciones típicamente femeninas como los servicios sociales y personales (salud, educación, limpieza y trabajo doméstico en hogares ajenos), el comercio por menor, las actividades de alojamientos y restaurantes donde están expuestas a formas de subcontratación.
“Sus trayectorias laborales, a pesar de una mejora en su escolaridad, están marcadas por la realización de trabajos inestables y mal remunerados, en tareas repetitivas y sin enriquecimiento o desarrollo profesional, tanto en el sector privado, donde se sujetan con frecuencia a la contratación sin derechos laborales, como en el sector público”, indicaron desde la entidad.