El monarca que ha esperado una eternidad para renovar la Corona
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La "eterna espera" de Carlos de Inglaterra, una expresión acuñada por el experto en asuntos palaciegos Geoffrey Levy, concluía con el triste fallecimiento de su madre, momento exacto en el que se convertía automáticamente en el nuevo monarca para un pueblo en duelo.
No hay vacantes, no hay vacíos de poder en las monarquías constitucionales, una de las razones por las que la institución dota de tanta estabilidad a los sistemas políticos. La reina ha muerto; viva el rey. Y su primera decisión, la de ser reconocido a partir de ahora como Carlos III, tiene tintes de desafío a quienes llevan incluso décadas barruntando malos augurios sobre su reinado como pájaros de mal agüero.
Ningún buen recuerdo dejaron los anteriores Carlos, ni el primero y el segundo. De ahí las especulaciones, como en tantas otras cosas, que aventuraban que escogería otro de sus nombres para afrontar su nueva responsabilidad. Aunque, más allá de las supercherías, a lo que el nuevo rey debe dar la vuelta es a toda una corriente de opinión nada desdeñable entre sus conciudadanos que temen que socave la monarquía y divida en vez de generar consensos.
Claro que tampoco le faltan apoyos al nuevo rey. Simon Lewis, quien fuera secretario de Comunicaciones de la reina Isabel, vaticinó hace algunos años que "va a ser el monarca mejor preparado de la historia y será muy buen soberano". Y ello no tiene que ver solo con que estemos ante el rey que llega al trono con la edad más avanzada -73 años- en toda la historia de la monarquía británica. Se debe, fundamentalmente, a que el Príncipe de Gales ha sido desde hace ya más de un lustro de facto un rey a la espera que asumía muchas de las pesadas tareas que corresponden al jefe de Estado, representando a su madre, por ejemplo, en todos los viajes al extranjero.
Y paciencia no le ha faltado, desde luego, para sobrellevar su posición bien delicada dándole a su título mucha más carga de contenido de la que han tenido todos cuantos le precedieron como herederos del trono. En sus propias palabras, dejó bien claro, no hace tanto tiempo, que no tiene nada de "estúpido" y que no podía ser más consciente de que los roles de rey y de sucesor son absolutamente distintos. Trató de zanjar así el también eterno temor de si mantendría, una vez proclamado monarca, el ímpetu que le ha llevado a convertirse en una figura controvertida por sus opiniones, a veces, nada ortodoxas.
Como dijo una vez el periodista de la BBC Jeremy Paxman, "sabemos cuáles son las opiniones de la reina: la reina no tiene opiniones". No ocurría lo mismo con su hijo, quien actuaba ejerciendo su cuestionado derecho a decir lo que pensaba de cuestiones que podían ir desde el ecologismo hasta la arquitectura urbana, pasando por la calidad de la comida en los hospitales, los recursos para las tropas británicas en Irak o el destino de la merluza negra, pisando demasiados callos.
Ahora, como primer objetivo, Carlos III deberá diseñarse su propio traje de rey, moviéndose en el fino margen que deja la imprescindible neutralidad de todo monarca parlamentario con la construcción de un rol de liderazgo e influencia con el que poder desarrollar un papel más allá de lo estrictamente ceremonial.
Por lo pronto, en su primer mensaje a la nación como rey, este viernes ha renovado la promesa hecha por su madre el día de su coronación de servir a su pueblo con lealtad y entrega absolutas hasta el fin de sus días.
Carlos es rey por derecho, como decíamos, desde que su progenitora dio su último suspiro. Aunque, será este sábado por la mañana, cuando tendrá lugar su proclamación formal por parte de los integrantes del Consejo de Adhesión en el Palacio de St. James de Londres. Mucho tiempo habrá de pasar aún para que tenga lugar el acto de su coronación. Y, para entonces, es más que previsible que el rey haya iniciado la estrategia largamente pensada y planificada con la que pretende renovar la institución que encarna. Más que despegarse del reinado de su madre, que siempre le llevará a perder en las odiosas comparaciones, lo que Carlos necesita es que en no demasiado tiempo se perciban reformas en la monarquía para hacerla más transparente y más accesible al ciudadano.