Bolivia cumple 41 años de democracia con cuestionamientos a la calidad democrática e institucional
Más de cuatro décadas han pasado desde que Bolivia recuperó la democracia. Analistas consideran que la debilidad institucional es el principal cuestionamiento a la vida democrática
La Fundación Jubileo publicó a finales de septiembre su Tercera Encuesta de Percepción Ciudadana sobre Institucionalidad Democrática, un estudio anual sobre cómo vemos y nos sentimos los bolivianos respecto a la situación del país y su democracia.
Los resultados muestran que la confianza hacia la institucionalidad democrática está en un mal momento, el 63% de los encuestados no se siente tranquilo, seguro y optimista con la democracia; el 61% cree que la libertad de expresión no está garantizada en Bolivia; y el 73% no cree que todos los ciudadanos reciban el mismo trato ante la ley.
A la hora de evaluar a nivel institucional, es la Justicia la que peores indicadores tiene: el 75% de los encuestados cree que el sistema judicial boliviano no es confiable; el 64% considera que la salud pública en Bolivia no es de buena calidad; y el 52% está en desacuerdo de que la educación pública sea de buena calidad.
Instituciones débiles
Analistas coinciden en que la democracia está debilitada. “A la democracia, a sus 41 años, es bueno revisarle sus cimientos de libertad e institucionalidad. La libertad: ¿nos sentimos más libres hoy que hace 41 años?”, se cuestiona el analista y abogado Rolando Arostegui.
“Después de más de cuatro décadas exentas de golpes de estado y de elegir nuestros gobernantes es necesario reflexionar sobre nuestro futuro. Estamos poco a poco yendo a un totalitarismo, donde el Ejecutivo somete a los demás poderes y disminuye nuestra libertad”, opina Arostegui.
“Ahora más que nunca debemos revalorizar nuestra vida en democracia pidiendo, exigiendo e imponiendo nuestro derecho a la libertad y a instituciones independientes más fuertes que el gobierno que garanticen la paz y la vida en comunidad”, agrega.
El exsenador Oscar Ortiz también cree que el mayor problema de la democracia boliviana es la debilidad de sus instituciones
“Las principales amenazas a nuestra democracia son la desinstitucionalización del Estado, la corrupción en la administración pública, el sometimiento de la justicia al control poder político y la amenaza que representa el crimen organizado, por su injerencia en importantes entidades responsables de la seguridad del estado y la administración de la justicia.”, señala Ortiz.
El camino difícil
La politóloga Erika Brockmann, en un análisis para la revista Diálogo Político, señala que hay una gran dificultad para que Bolivia logre terminar de institucionalizar su democracia y tiene que ver con la composición de la sociedad, un inconveniente que no ha podido ser solucionado en los últimos años ni siquiera con la presencia de un partido hegemónico como el MAS. “Las instituciones importan, pero también los clivajes y fracturas históricas en la sociedad, que irrumpen con fuerza cíclica; estas, bien gestionadas, tienen un potencial transformador que no puede ser subestimado”. Para la analista, el proceso de “refundación” del Estado no logró sus objetivos, tras la aprobación de la nueva Constitución.
María Teresa Zegada, en la misma publicación, señala que hace falta “excluir los antagonismos y el discurso funcional a intereses políticos para devolver la confianza ciudadana a las instituciones y a las formas organizativas de la sociedad”, por ello “se debe apostar a la vigencia del pluralismo social y político y a la interculturalidad como la ruta de resolución de las profundas grietas sociales que imposibilitan pensar en el futuro”.
En el libro La Trayectoria de la Democracia en Bolivia, publicado hace un año para el aniversario de los 40 años de la democracia por la Fundación Konrad Adenauer, Rafael Loayza, hace también una reflexión sobre cómo profundizar el proceso democrático.
Loayza señala en esta publicación que los cambios positivos a favor de la democracia “se logran a través de reformas producto del consenso”, y que, “aunque el consenso absoluto sea una utopía, sólo queda trabajar para lograr incluir a todas las voces y representaciones posibles en la construcción del ideario común”.
Fuente: UNITEL